‘Sueño/realidad’ por Camila Moraiz
Sentía miedo.
Mucho miedo. Su corazón se había roto al separarse de su mamá. El cachorro
solamente tenía tres meses y medio cuando sucedió. Estaba aterrado, no sabía
cómo podría ser su nueva familia. Se imaginaba muchas cosas lindas sobre ella,
y creaba para sí cierta ilusión. También imaginaba cosas feas y se sentía muy
mal, la sensación de un nuevo abandono lo preocupaba.
De entre todas
las cosas feas y malas, lo principal que tenía en mente era el temor a ser
abandonado. La idea de poder adorar tanto a una nueva familia, sentirse querido
y confiado, para que finalmente lo dejaran en la calle era su pesadilla. Sabía
que los humanos eran un tanto falsos con los “sentimientos” hacia su raza, se
lo había contado su madre. Además, también había visto cómo bajaban a un perro
del auto de su amo y cómo ese auto se marchaba como si nada, cómo el dueño del
supermercado del frente echaba a escobazos a otro como él... no entendía cómo
ese “amor” o “respeto -al menos-” podía desaparecer de un instante al otro. Simplemente
olvidaban que los habían adoptado justamente para amarlos incondicionalmente y
darles todo el cariño y contención de una familia.
Ni bien vio al niño
mayor de una familia que visitaba la perrera, salió corriendo a esconderse bien
al fondo de su jaula. Se asustó, como si el pequeño hubiera aparecido
de la nada. El niño estiró la mano, lo alcanzó y lo alzó. La primera reacción
del cachorro fue algo mala: le mordía las manos tratando de defenderse, trataba
de escapar a toda costa del chico.
Hasta que le acarició la
nuca. Las orejas. El hocico. Le regaló unas cuantas palmaditas en el lomo… y
una sonrisa.
El cachorro, de repente,
se sintió raro. Alegría, gozo, felicidad, satisfacción, comodidad,
tranquilidad… una mezcla de emociones que lo hacían sentir tan bien. Se acordó
de su mamá, de su calor, de sus lamidos cariñosos que siempre le daba y, a pesar
de la soledad que lo invadía, el placer y la sinceridad del cariño de aquel
niño lo hacía sentir especial, único y querido. Pero aún así, sabía que el
temor nunca se iría de él.
Cuando lo separaron de
su madre, el cachorro se sintió muy solo, aislado, confundido, estar
sin su madre era estar sin nadie a su alrededor. No podía hacer nada más que
lamentarse, y llorar, creyendo que jamás volvería a sentir un poquito de amor,
de felicidad. Pero se entregó. No sabía si era real. Las caricias del niño, el
amor, el cariño que veía en él lo hacían sentir seguro, confiado. Veía
sinceridad en sus ojos, sentía paz en sus brazos. Hacía que su temor
desapareciera; y le devolvía tiernos lamidos en su mano.
Sentía, y no sabía por
qué, que el niño nunca lo defraudaría. Que sería diferente a los demás humanos.
Que le sería leal y realmente lo amaría. Que serían muy buenos amigos y que
siempre lo protegería. Con lamidos en su mejilla, el cachorro se fue
acurrucando poco a poco en el niño, buscando el lugar más tibio en su pecho. Dejándose
cerrar los ojos, olvidándose de todo el dolor, recordando a su madre, un poco
afligido, pero contento de sus recuerdos, ahogando el miedo y los nervios,
finalmente se durmió. La paz reinaba en él ahora.
Pasaron unas horas, hasta que despertó. Y
estaba allí. Recostado sobre los diarios. En aquella jaula fea y oxidada, con
el agua y la comida tal cual estaban hoy en la mañana. Miraba tan confundido,
pues, seguía en la perrera. Bajó la cabeza y comenzó a llorar. Todo había sido un
sueño.
'Michilo' por Leonel Rodríguez
Tengo un gato que se llama Michilo de pelaje amarillo y blanco, a veces lo miro y pienso ¿en qué estará pensando ahora?, ¿cómo hace para ver en la noche?
Me mira como si estuviera esperando algo de mí, aunque dudo si me mira como si estuviera pidiendo comida. Él está durmiendo casi todo el día, cada vez en un lugar diferente, despierta y busca comida o toma sol, cuando tiene hambre maúlla para llamar la atención. Cuando estamos comiendo él nos observa espererando las sobras o que le sirvan Whiscas (comida para gatos), cuando agito el sobre viene corriendo rápido para comerlo.
Cuando termina de comer se vuelve a dormir por varias horas hasta la noche, al despertar empieza a mereodear por la casa viendo qué hacer en nuestra rutina diaria.
Luego de que todos vayan a dormir, él se queda afuera en su casita buscando algo para jugar o ratas a las cuales no come, sólo juega con ellas no dejándolas escapar.
A veces se escuchan gatos en el techo, él mira y escucha las pizadas e intenta subir lo más alto posible, intentando auyentarlos con su presencia.
Algo molesto de él es cuando se acuesta en el sillón, se revuelca y deja pelos sueltos. Lo mismo cuando se acerca a alguna pierna.
A veces en la noche intenta entrar por la puerta pero como tiene seguro es difícil para él, aunque como el seguro es flojo después de 4 golpes muy fuertes hacia dentro se abre y logra entrar dejando la puerta abierta mientras que él busca algún lugar cómodo para dormir.
El gato nos ve como una familia normal sin nada interesante, algunas veces lo dejamos solo pero no pasa nada.
Unas cuantas veces el gato se cree persona, cuando mi mamá se sienta a tomar mate y comer galletas, el gato se sienta en la silla cerca de mi mamá y le pide galletas.
'Paris' por Abigaíl González
Es una perrita solitario. Vive en la calle. Siempre se siente triste por saber que nadie lo puede adoptar. Come lo que encuentra o lo que le dan. Es de pasear mucho por la ciudad. Ya tiene 2 años.
Una vez lo vio una familia. Él se sentía asustado porque le hicieran algo. A la familia le dio tanta pena que estuviese tan maltratado que decidieron llevárselo a su casa. El perro empezó a llorar. Sentía miedo. No sabía qué le harían.
Lo llevaron a la casa. Lo dejaron en el suelo. Paris estaba asustada. Cuando la bajaron ella tuvo tanto miedo que se meó. La mujer la limpió. La llevó a la pieza de 2 nenas. Las chicas la empezaron a mimar. Paris se sintió re bien. Porque no la trataban mal. Al contrario. La trataban como si fuera una hija más de la familia.
A medida que pasaron los días, las semanas, los meses y los años Paris se iba mejorando del miedo y el maltrato. De todas las lastimaduras. La perrita se sentía muy feliz de que la hubieran adoptado y de que nunca cambiaran esa decisión.
'Tom' por Evelyn Cisneros
Tom era su nombre, él vivía en una casa en el bosque. Era un perro poco amigable y gruñón, su pelaje negro como la noche, sus ojos color café, de tamaño tan grande como pocas veces visto.
Solo tenía un amigo, Simón, un perro que no tenía dueño.
Cierto día el Tom salió a caminar por el bosque como hacía todo los días y notó que extrañamente Simón no lo seguía como lo hacía habitualmente.
Se detuvo varias veces para ver si su amigo aparecía. Sólo veía el bosque sin Simón, un profundo miedo lo invadió pensando que podía haber pasado algo, sintió tristeza y soledad. En ese momento se dio cuenta de que su amigo siempre había estado a su lado y ése era el motivo por el cual, hasta ahora, nunca se había sentido solo. Se desesperó y empezó a buscarlo por todo el bosque. Cansado, se tiró al suelo para descansar y se durmió.
Pasaron varias horas, cuando despertó su amigo Simón estaba a su lado. Al verlo sintió una profunda alegría y emoción tan grande que pensó que el corazón le iba a explotar. A partir de ese momento fueron inseparables.
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