viernes, 24 de febrero de 2017

3ro 5ta. Sobre 'Nota al pie' de Rodolfo Walsh

Tras la lectura 'Nota al pie' de R. Walsh, realizá las siguientes consignas:

1) Redactá una carta en primera persona en la que una nota al pie se vaya comiendo al texto principal, tal como lo hace Walsh en el texto leído, tu interlocutor (el destinatario de tu carta) debe ser alguien real o ficcional con quien ocurra o haya ocurrido una relación ambivalente, como entre Otero y León, una persona con quien tengas o hayas tenido tensiones implícitas, es decir, evidentes pero calladas, tensiones que para vos-narrador eran muy obvias.

Es importante que para que tu texto funcione como cuento te dediques a elegir bien a ese interlocutor y reflexiones previamente sobre las tensiones para que tu nota al pie esté cargada de la ironía necesaria.

70 líneas. letra 12. fuente times new roman, interlineado 1 y medio, párrafos justificados.

2) Escribí tu opinión del texto justificándola y enriqueciéndola cuanto puedas-


Se reciben los trabajos hasta el lunes 27/2 a las 21 hs. 

martes, 10 de enero de 2017

3ro 5ta. Actividades para febrero 2017



PRIMER TRABAJO- 10-01-2017 

Recepción de los trabajos: hasta el 14-01-17

RECOMENDACIÓN PARA TODOS LOS TRABAJOS

Puntuación y ortografía adecuadas. Oraciones breves. Evitar redundancias. En fin: lo de siempre, lo vinimos diciendo clase a clase a lo largo de todo el 2016.

SE supone que en cada uno de los trabajos de escritura de los involucrados buscamos originalidad, autenticidad, creatividad, un punto de vista renovador en cuanto al tema que se convoque en cada actividad.- 

1) Leé el cuento de Anderson Imbert:


El fantasma

[Cuento - Texto completo.]
Enrique Anderson Imbert

http://ciudadseva.com/texto/el-fantasma/


Se dio cuenta de que acababa de morirse cuando vio que su propio cuerpo, como si no fuera el suyo sino el de un doble, se desplomaba sobre la silla y la arrastraba en la caída. Cadáver y silla quedaron tendidos sobre la alfombra, en medio de la habitación.
¿Con que eso era la muerte?
¡Qué desengaño! Había querido averiguar cómo era el tránsito al otro mundo ¡y resultaba que no había ningún otro mundo! La misma opacidad de los muros, la misma distancia entre mueble y mueble, el mismo repicar de la lluvia sobre el techo… Y sobre todo ¡qué inmutables, qué indiferentes a su muerte los objetos que él siempre había creído amigos!: la lámpara encendida, el sombrero en la percha… Todo, todo estaba igual. Sólo la silla volteada y su propio cadáver, cara al cielo raso.
Se inclinó y se miró en su cadáver como antes solía mirarse en el espejo. ¡Qué avejentado! ¡Y esas envolturas de carne gastada! “Si yo pudiera alzarle los párpados quizá la luz azul de mis ojos ennobleciera otra vez el cuerpo”, pensó.
Porque así, sin la mirada, esos mofletes y arrugas, las curvas velludas de la nariz y los dos dientes amarillos, mordiéndose el labio exangüe estaban revelándole su aborrecida condición de mamífero.
-Ahora que sé que del otro lado no hay ángeles ni abismos me vuelvo a mi humilde morada.
Y con buen humor se aproximó a su cadáver -jaula vacía- y fue a entrar para animarlo otra vez.
¡Tan fácil que hubiera sido! Pero no pudo. No pudo porque en ese mismo instante se abrió la puerta y se entrometió su mujer, alarmada por el ruido de silla y cuerpo caídos.
-¡No entres! -gritó él, pero sin voz.
Era tarde. La mujer se arrojó sobre su marido y al sentirlo exánime lloró y lloró.
-¡Cállate! ¡Lo has echado todo a perder! -gritaba él, pero sin voz.
¡Qué mala suerte! ¿Por qué no se le habría ocurrido encerrarse con llave durante la experiencia. Ahora, con testigo, ya no podía resucitar; estaba muerto, definitivamente muerto. ¡Qué mala suerte!
Acechó a su mujer, casi desvanecida sobre su cadáver; y su propio cadáver, con la nariz como una proa entre las ondas de pelo de su mujer. Sus tres niñas irrumpieron a la carrera como si se disputaran un dulce, frenaron de golpe, poco a poco se acercaron y al rato todas lloraban, unas sobre otras. También él lloraba viéndose allí en el suelo, porque comprendió que estar muerto es como estar vivo, pero solo, muy solo.
Salió de la habitación, triste.
¿Adónde iría?
Ya no tuvo esperanzas de una vida sobrenatural. No, no había ningún misterio.
Y empezó a descender, escalón por escalón, con gran pesadumbre.
Se paró en el rellano. Acababa de advertir que, muerto y todo, había seguido creyendo que se movía como si tuviera piernas y brazos. ¡Eligió como perspectiva la altura donde antes llevaba sus ojos físicos! Puro hábito. Quiso probar entonces las nuevas ventajas y se echó a volar por las curvas del aire. Lo único que no pudo hacer fue traspasar los cuerpos sólidos, tan opacos, las insobornables como siempre. Chocaba contra ellos. No es que le doliera; simplemente no podía atravesarlos. Puertas, ventanas, pasadizos, todos los canales que abre el hombre a su actividad, seguían imponiendo direcciones a sus revoloteos. Pudo colarse por el ojo de una cerradura, pero a duras penas. Él, muerto, no era una especie de virus filtrable para el que siempre hay pasos; sólo podía penetrar por las hendijas que los hombres descubren a simple vista. ¿Tendría ahora el tamaño de una pupila de ojo? Sin embargo, se sentía como cuando vivo, invisible, sí, pero no incorpóreo. No quiso volar más, y bajó a retomar sobre el suelo su estatura de hombre. Conservaba la memoria de su cuerpo ausente, de las posturas que antes había adoptado en cada caso, de las distancias precisas donde estarían su piel, su pelo, sus miembros. Evocaba así a su alrededor su propia figura; y se insertó donde antes había tenido las pupilas.
Esa noche veló al lado de su cadáver, junto a su mujer. Se acercó también a sus amigos y oyó sus conversaciones. Lo vio todo. Hasta el último instante, cuando los terrones del camposanto sonaron lúgubres sobre el cajón y lo cubrieron.
Él había sido toda su vida un hombre doméstico. De su oficina a su casa, de casa a su oficina. Y nada, fuera de su mujer y sus hijas. No tuvo, pues, tentaciones de viajar al estómago de la ballena o de recorrer el gran hormiguero. Prefirió hacer como que se sentaba en el viejo sillón y gozar de la paz de los suyos.
Pronto se resignó a no poder comunicarles ningún signo de su presencia. Le bastaba con que su mujer alzara los ojos y mirase su retrato en lo alto de la pared.
A veces se lamentó de no encontrarse en sus paseos con otro muerto siquiera para cambiar impresiones. Pero no se aburría. Acompañaba a su mujer a todas partes e iba al cine con las niñas. En el invierno su mujer cayó enferma, y él deseó que se muriera. Tenía la esperanza de que, al morir, el alma de ella vendría a hacerle compañía. Y se murió su mujer, pero su alma fue tan invisible para él como para las huérfanas.
Quedó otra vez solo, más solo aún, puesto que ya no pudo ver a su mujer. Se consoló con el presentimiento de que el alma de ella estaba a su lado, contemplando también a las hijas comunes. ¿Se daría cuenta su mujer de que él estaba allí? Sí… ¡claro!… qué duda había. ¡Era tan natural!
Hasta que un día tuvo, por primera vez desde que estaba muerto, esa sensación de más allá, de misterio, que tantas veces lo había sobrecogido cuando vivo; ¿y si toda la casa estuviera poblada de sombras de lejanos parientes, de amigos olvidados, de fisgones, que divertían su eternidad espiando las huérfanas?
Se estremeció de disgusto, como si hubiera metido la mano en una cueva de gusanos. ¡Almas, almas, centenares de almas extrañas deslizándose unas encimas de otras, ciegas entre sí pero con sus maliciosos ojos abiertos al aire que respiraban sus hijas!
Nunca pudo recobrarse de esa sospecha, aunque con el tiempo consiguió despreocuparse: ¡qué iba a hacer! Su cuñada había recogido a las huérfanas. Allí se sintió otra vez en su hogar. Y pasaron los años. Y vio morir, solteras, una tras otra, a sus tres hijas. Se apagó así, para siempre, ese fuego de la carne que en otras familias más abundantes va extendiéndose como un incendio en el campo.
Pero él sabía que en lo invisible de la muerte su familia seguía triunfando, que todos, por el gusto de adivinarse juntos, habitaban la misma casa, prendidos a su cuñada como náufragos al último leño.
También murió su cuñada.
Se acercó al ataúd donde la velaban, miró su rostro, que todavía se ofrecía como un espejo al misterio, y sollozó, solo, solo ¡qué solo! Ya no había nadie en el mundo de los vivos que los atrajera a todos con la fuerza del cariño. Ya no había posibilidades de citarse en un punto del universo. Ya no había esperanzas. Allí, entre los cirios en llama, debían de estar las almas de su mujer y de sus hijas. Les dijo “¡Adiós!” sabiendo que no podían oírlo, salió al patio y voló noche arriba.

2) Desarrollá un texto crítico acerca del cuento en el que argumentes cada una de tus afirmaciones sobre la calidad del mismo. Mínimo 15 líneas.
3)  Componé un cuento en primera persona en el que el protagonista observe desde su muerte la vida cotidiana de sus allegados, familia, amigos, mascota, etc.- Mínimo 30 líneas. 

sábado, 3 de diciembre de 2016

2do 8va. Período de orientación y evaluación

PRIMER TRABAJO

NOTA PREELIMINAR: Para todas las consignas de escritura es imperiosa una redacción fluida, que respete pausas necesarias, que no abunde en repeticiones.
Para lograrla podés ponerte como objetivo:
a- HACER ORACIONES BREVES
b-NO REPETIR CONSTANTEMENTE VOCABULARIO, PARA ASÍ NO CAER EN REDUNDANCIAS
c- MANTENER UNA COHERENCIA TEMPORAL, PARA ESO ES NECESARIO NARRAR SÓLO EN UNA LÍNEA DE TIEMPO, PRESENTE, PASADO O FUTURO. SI  HUBIERA UN SALTO DE TIEMPO SÍ PODRÍA JUSTIFICARSE EL CAMBIO.
d- USO Y ABUSO DEL DICCIONARIO TODAS LAS VECES QUE TE RESULTE NECESARIO.

LA REDACCIÓN LOGRADA DE LOS TRABAJOS CONSTITUIRÁ UN 70 POR CIENTO DE SUS NOTAS. DÉNLE LA IMPORTANCIA QUE SE MERECE.

1) Leé los textos 'El cautivo' de Borges y 'Continuidad de los parques' de Cortázar, los podés encontrar en este mismo blog, en la entrada "2do 8va. Período de orientación y evaluación. textos".

2) Narrá desde el punto de vista del cautivo las sensaciones que recorrieron su cuerpo, su memoria y sus sentimientos al momento de encontrar el cuchillito escondido. Texto en 1ra persona. 20 líneas.

3) Sos el sillón de terciopelo verde, irónicamente, debés contar desde tu punto de vista, tu relación con el lector, con su mujer, con los momentos de lectura y de ocio de ambos, qué cosas percibías de la pareja antes de lo narrado en el cuento y otras cosas que quieras incluir. texto en 1ra persona, 25 líneas.

ENTREGA VÍA E-MAIL: HASTA EL 4/12/16 A LAS 12 PM.-


SEGUNDO TRABAJO

1) Leé el 'Monólogo del Bien' y 'Monólogo dle mal' de Augusto Monterroso. Podés encontrarlos en la sección "2do 8va. Período de orientación y evaluación. textos" de este mismo blog.

2) Componé en 30 líneas un 'Monólogo de la Injusticia'. El mismo debe contener diálogos  y una descripción espacial.

3) Componé en 20 líneas el pensamiento del Azar (sí, vos sos la voz del Azar), así como en el 'Monólogo del Bien' el Bien expresa su propio pensar.

2do 8va. Período de orientación y evaluación. textos


Continuidad de los parques

[Cuento - Texto completo.]
Julio Cortázar


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.


El cautivo

[Minicuento - Texto completo.]
Jorge Luis Borges


En Junín o en Tapalqué refieren la historia. Un chico desapareció después de un malón; se dijo que lo habían robado los indios. Sus padres lo buscaron inútilmente; al cabo de los años, un soldado que venía de tierra adentro les habló de un indio de ojos celestes que bien podía ser su hijo. Dieron al fin con él (la crónica ha perdido las circunstancias y no quiero inventar lo que no sé) y creyeron reconocerlo. El hombre, trabajado por el desierto y por la vida bárbara, ya no sabía oír las palabras de la lengua natal, pero se dejó conducir, indiferente y dócil, hasta la casa. Ahí se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron. Miró la puerta, como sin entenderla. De pronto bajó la cabeza, gritó, atravesó corriendo el zaguán y los dos largos patios y se metió en la cocina. Sin vacilar, hundió el brazo en la ennegrecida campana y sacó el cuchillito de mango de asta que había escondido ahí, cuando chico. Los ojos le brillaron de alegría y los padres lloraron porque habían encontrado al hijo.
Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero el indio no podía vivir entre paredes y un día fue a buscar su desierto. Yo querría saber qué sintió en aquel instante de vértigo en que el pasado y el presente se confundieron; yo querría saber si el hijo perdido renació y murió en aquel éxtasis o si alcanzó a reconocer, siquiera como una criatura o un perro, los padres y la casa.
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Textos de Augusto Monterroso:

Monólogo del Mal.

Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó:
"Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me trago al Bien, que se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el Bien no despreciará la oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la gente pensará que él si hizo bien, pues es difícil sacarla de sus moldes mentales consistentes en que lo que hace el Bien está bien y lo que hace el Mal está mal."
Y así el Bien se salvó una vez más.

Monólogo del Bien.

"La cosas no son tan simples", pensaba aquella tarde el Bien, "como creen algunos niños y la mayoría de los adultos."
"Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios; y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás."
"La cosas no son tan simples"-



viernes, 2 de diciembre de 2016

3ro 5ta. PERÍODO DE ORIENTACIÓN Y EVALUACIÓN

PRIMER TRABAJO

1) Leé ul texto 'Hoy temprano' de Pedro Mairal.

http://pedromairal.blogspot.com.ar/2007/03/hoy-temprano.html

2) Componé un texto en primera persona en que procedas como el narrador de Mairal: un niño, un joven, un hombre,  la misma persona, que comienza su relato  en su niñez y termina en su presente.
La escritura puede ser biográfica o imaginaria. El texto debe tener 30 líneas en Times New Roman 12 e interlineado 1 y medio.

RECUERDEN: oraciones breves, no repetir vocabulario evitando caer en redundancias, mantener una línea de tiempo coherente, en el presente, o en el pasado, o en el futuro, no todos los tiempos mezclados.-

SEGUNDO TRABAJO

1) Leé 'Ester Primavera' de Roberto Arlt.

2) Sos Ester y debés narrar tu visión de los hechos, respecto del micromundo del cuento de Arlt. 25 LÍNEAS.

3) Componé un texto en el que alguno de los internos de la historia describa un día en el hospicio. 20 líneas.

TERCER TRABAJO

1) Leé 'La fiesta ajena' de Liliana Heker

http://www.me.gov.ar/construccion/recursos/cuentos/heker-lafiestaajena.pdf

2) Elegí un personaje SECUNDARIO y justificá con creces el porqué de tu elección. Tus argumentos deben anclarse en el cuento de Heker. 20 líneas.

3) Escribí una carta a una amiga imaginaria en que Rosaura habla en tono íntimo de la desilusión atravesada en el cumpleaños de Luciana. En la carta debe hablar fundamentalmente de Inés y de su propia madre.  30 líneas.

SE RECIBEN LOS TRABAJOS HASTA EL 10-12-16 A LAS 11 AM.

CUARTO TRABAJO

1) Luego de leer 'El jorobadito' de Roberto Arlt, escribí un texto en el que fundamentes punto por punto los aspectos que consideres positivos y negativos del relato, teniendo en cuenta las variables que solemos observar en una narración cualquiera: narrador, escenarios, personajes, intriga o suspenso, remate final, comienzo, conflicto, etc. 15 líneas mínimo.

2) Narración en tercera persona. Elegí a cualquiera de tus compañeros de clase y describílo física y psicológicamente-vale aclarar, por las dudas, con respeto y buen tino-, es decir, usá tu lenguaje para lograr un buen retrato de su imagen y de su personalidad. Extensión mínima: 25 líneas.

3) Narrá en primera persona una anécdota autobiográfica que te resulte interesante, divertida, terrible o inolvidable. Al contarla por escrito tratá de obtener un texto con suspenso para el lector, en el que uno (es decir, yo, la profesora, y/ o acaso alguno de los compañeros) pueda engancharse y tenga ganas de seguir leyendo. Mínimo: 30 líneas.-

viernes, 25 de noviembre de 2016

'Mundos nocturnos' de Karen Molina

A lo largo del año 2016, 2do 8va ha estado desarrollando actividades constantes de lectoescritura. El cierre de nuestros trabajos en el aula es la escritura de una historia en 10 capítulos. 

Aquí compartimos el trabajo de Karen Molina. Felicitaciones a ella por su dedicación a la palabra, a sus tejidos y entretelones, que viene de lejos. Con una redacción casi impecable, Karen hila la historia de Luaxana y sus sueños:


Mundos Nocturnos

CAPÍTULO 1


Luaxana Sykes es una chica tranquila que ama la literatura. Tiene 15 años y su altura es un poco baja para su edad, mide un metro cincuenta y cinco. Su piel es blanca como la nieve, y su cabello parece estar siempre en llamas, extremadamente largas. Asiste a una escuela secundaria técnica, y le encanta.
Hoy es el anteúltimo día de taller. Está en la sección de Forja y Soldadura con el profesor Walter Bane.
Se despertó como todos los días a las 6 a.m., se levantó y estaba su madre, Jane, junto a su hermana menor, Hana, haciendo el desayuno.
Se dio una ducha rápida y se sentó a desayunar junto a ellas. Y junto a su perro Luck, por supuesto. Que esperaba ansioso para poder salir a ver a Oliver, el mejor (y único) amigo de Lua. Él siempre la espera sentado en el escalón de la entrada para acompañar a Hana al colegio y luego ir con su mejor amiga a taller.
Al llegar a la escuela se sentaron juntos en las mesas, y mientras todas las chicas del curso, en especial las 3 del grupo del fondo (a las que Lua odia, porque dice que son muy superficiales ya que viven maquillándose, incluso en clase) lo saludaban, a ella la ignoraban completamente. Aunque eso en su vida era normal.
Después de un rato llegó el profesor y Luaxana fue inmediatamente a hablar con él. Como ya había terminado todos los proyectos que debía hacer, le pidió a Bane si podía forjar una espada.
Él obviamente le dijo que sí, porque es su alumna favorita y además fue la única que terminó todo, junto a Oliver. Ella aclaró que debería quedarse unas horas extra en el taller, pero al profesor no pareció importarle mucho. Le dijo que usara lo que necesitara y que ante cualquier duda, él estaría dispuesto a ayudarla. Lua agradeció y fue a contárselo a su amigo, quien la felicitó.
El día continuó normal. La joven hizo los planos para su espada, buscó en internet todo lo que necesitaba y luego hizo un presupuesto. Al medio día almorzó con Oliver y luego entraron a teoría. Tuvieron matemática, historia y física.
Mientras volvían a casa Lua hacía los pedidos de los materiales por su celular y Oli le hacía muecas para que riera. Él siempre decía que se veía más bonita si sonreía, pero ella no hacía caso. Siempre seria.

CAPÍTULO 2


Al llegar a su casa, Luaxana se encontró con Hana llorando en la entrada. Trató de calmarla. Aunque costó bastante, finalmente lo logró. Entraron y todo estaba completamente destrozado.
  • Hana, ¿dónde está mamá?
La niña no contestaba. Lua recorrió toda la casa buscándola, pero no había rastros.
Su hermana continuaba llorando, un poco menos que antes, pero aún no se calmaba del todo. La llevó a su habitación porque era la única parte de la casa que se mantenía cerrada con llave, por lo que era lo único que no estaba hecho un desastre.
La sentó en la cama y la consoló. Luego de unos minutos volvió a preguntar:
-Hana, ¿dónde está mamá?
-Él vino con una botella de whiskey y empezó a romper todo. Golpeó a mamá y los vecinos llamaron a la policía, pero yo estaba encerrada en la cocina porque ella me dijo que me escondiera y que no saliera hasta que él se vaya. La policía se lo llevó y a mamá la llevaron al hospital. 
-¿Sabes a qué hospital la llevaron?
-No, nadie sabía que yo estaba en la casa. Nadie me dijo nada.
Lua estaba devastada. Su padre había vuelto, después de tantos años de haberlas abandonado. No sabía que sentir. Si enojo, tristeza, o ambas.
Le pidió a Hana que la ayudara a limpiar y ella asintió. Tardaron horas en terminar. Luego Luaxana cocinó y cenaron.
Durmieron juntas en la cama de la mayor y al día siguiente se levantaron a la misma hora de siempre. Desayunaron, le dieron de comer a Luck y salieron a ver a Oliver. Le contaron todo lo sucedido el día anterior. Él se quejó de que no lo hayan llamado antes para contarle lo que había pasado, pero ninguna contestó.
Ese día Lua y Oli no tenían taller, ya que sólo tienen dos veces por semana, pero como habían pedido permiso al profesor para ir horas extra les tocaba asistir igual.
-Escucha, le pedimos permiso al profesor para ir más horas para terminar algo, cuando salgas del colegio no vayas a casa. Voy a ir a buscarte y después vamos a ir a la comisaría para preguntar por mamá.
-Yo también voy. - Dijo Oliver.
Y así fue.
Llevaron a Hana al colegio, pasaron a buscar las cosas que Lua había encargado el día anterior y fueron al taller. Comenzaron con la espada y poco a poco empezó a cobrar forma.
Mientras iban en busca de la niña, Lua recibió una notificación de Facebook en su celular. “Alec Rosseau te ha enviado una solicitud de amistad.”

CAPÍTULO 3


Guardó el celular en el bolsillo y pensó que no tenía tiempo para eso. Respondería después.
Llegaron a la escuela de Hana y la esperaron. Mientras tanto Oliver llamó a su madre para avisarle que las acompañaría a la comisaría, por lo que no irían al colegio.
Hana salió, los saludó, y se encaminaron hacia el establecimiento. Llegaron, Hana se quedó esperando en la entrada, Lua entró con Oliver. Preguntaron, les pidieron sus datos ya que no podían darle esa información a cualquiera y al ver que Luaxana era su hija accedieron. Le dijeron que su madre estaba en el hospital de alta complejidad, les dieron los horarios de visita, y les ofrecieron llevarlos ya que no sabían cómo hacerlo, aceptaron.
Salieron y le avisaron a la niña, que se entusiasmó, sin dejar de estar triste. Se subieron a la patrulla en la parte de atrás y delante se acomodaron dos policías. Mientras viajaban les hacían preguntas. 
-¿Cómo te llamás?
-Hana.
-¿Cuántos años tenés?
-Ocho.
-¿Te gusta la música?
-Sí.
Hana era muy cortante con ellos. Su madre le había enseñado que no debía hablar con extraños, y mucho menos subir a su auto. Pero estaba con su hermana, y con Oli, así que se sentía segura.
La conversación siguió con diversos temas hasta que llegaron hasta el lugar, donde se bajaron todos y los oficiales los acompañaron a la recepción. Esperaron a que averiguaran todo lo que necesitaban y luego fueron a hablar con ellos. Les ofrecieron a las niñas patrullar su casa hasta que su madre pudiera volver por si acaso su padre volvía a aparecer. Obviamente ellas agradecieron felices.
No dejaron entrar a Oliver porque no era un familiar, así que él se quedó con ellos. Las hermanas empezaron a caminar por los pasillos.
Después de varios minutos encontraron la habitación. 
-216, 217, 218, 219, ¡Es ésta!
Entraron y había una enfermera dejándole la comida a la mujer, que ya estaba consciente. Salió y las dejó solas.
Las tres sonrieron al verse.
-Mamá, ¿Estás bien?
-Sí, Lua, perdonen por preocuparlas.
-No te preocupes.
Se abrazaron y luego Hana se sentó a su lado.
-Oliver nos acompañó, está abajo, no lo dejaron entrar porque no es familiar nuestro.
-¿Qué haría yo sin ese chico? Denle las gracias de mi parte por cuidarlas tanto. ¿Cómo supieron que estaba acá?
-Fuimos a preguntar a la comisaría y nos trajeron en una patrulla. Dijeron que estarían cerca de casa por un tiempo para que ese estúpido no vuelva a aparecer. Ahora están esperando con Oli abajo para regresarnos. Nos dieron poco tiempo para estar acá porque el horario de visita ya terminó.
-Está bien, hijas. Las amo. Pronto podré volver a casa, creo que en uno o dos días. Cuídense, ya saben dónde hay dinero por si necesitan comprar algo. ¡No falten a clases!
-No, mamá. – Respondieron ambas al unísono.
Le dieron un beso en la mejilla y salieron en busca del chico.
Se encontraron en la puerta y volvieron a subir a al vehículo.
A mitad de camino Lua se quedó dormida…

-¿Dónde estoy? Esto es todo muy colorido y ¡¿por qué hay dos lunas?! Me duele muchísimo la cabeza. Hay un cartel pero no puedo leerlo. Las letras se mueven y… ¿Estoy soñando?
El mundo en el que estaba no parecía el suyo. Era un sueño, y ella podía controlarlo.
Empezó a caminar por el lugar, pasó por delante de las casas y observó que todas las personas eran iguales y en tonos grises, aunque las estructuras eran muy distintas y coloridas.
Notó detrás de un árbol algo que brillaba más que todo lo demás (Sí, todo brillaba ahí) y fue a agarrarlo.
-La espada que estoy haciendo en taller, ¿Por qué está terminada y por qué brilla tanto?
Cuando ella la tocó empezó a brillar aún más

-Lua… ¡LUA! Despertate, ya llegamos.
-¿Qué? ¿Me dormí?
-Nos dimos cuenta – Oliver y Hana rieron.
Bajaron del auto y agradecieron nuevamente a los policías. Aún era temprano así que Oliver se quedó con ellas en la casa un rato.
Almorzaron y mientras tanto Lua les contó a su hermana y a su amigo lo que había soñado. No le dieron mucha importancia porque, después de todo, era un simple sueño. Aunque para ella parecía muy real.
Entre que terminaron de comer, levantaron la mesa y lavaron los platos se hicieron las 5 de la tarde y Oliver decidió que sería mejor irse. Las saludó (y obviamente también a Luck, que estaba muy feliz) y se fue. No sin antes decirles que si pasaba algo lo llamaran de inmediato.
A penas se cerró la puerta Lua le dijo a Hana que necesitaba hablar con ella.

CAPÍTULO 4

-¿Qué pasó?

-No es nada malo, no te preocupes. Es sobre Oliver.

-¿Qué? Te gusta, ¿Verdad? Se te nota de lejos.

-¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO QUE SE ME NOTA?! 

-Es broma, es broma. Bueno… más o menos. – dijo la niña entre risas.

-En fin, sí, me gusta y no sé qué hacer. Sé que él sólo me ve como una amiga y no quiero arruinar nuestra “relación” pero me gustaría que lo sepa. Aunque me da miedo decirle.

-SI no se lo decís, nunca vas a saber si él solo te ve como una amiga.

Esas últimas palabras de su hermana la dejaron pensando. ¿Cómo era posible que una niña de ocho años pensara así? Ni siquiera había tenido su primer amor aún. Sea como sea, tenía razón. Tenía que confesarse a su mejor amigo.
Siguieron hablando por unos minutos más, Lua no dejaba de decir lo hermosos que eran su ojos azules y lo bien que le quedaba el pelo de costado. Hana estaba cansada, así que sólo asentía. Su hermana se dio cuenta de esto y le preguntó si quería que empezara a hacer la cena, también asintió.
La menor se recostó en el sillón mientras que la otra cocinaba, comieron, ordenaron un poco y Hana se fue a dormir. Lua permaneció sentada en su cama, utilizando el poco tiempo que tenía para leer su novela favorita en Wattpad. Al cabo de unas horas se quedó dormida.

Abrió los ojos y estaba en el suelo, con la espada nuevamente a su lado. 
-¿Otra vez acá?
Se levantó y tomó la espada. Esta vez se sentía más ligera que la anterior. Empezó a caminar. Ahora no estaba en la ciudad, estaba en un descampado. No había personas, sólo algunos animales. Hizo unos metros, cuando de repente empezó a escuchar voces atormentadoras en su cabeza. Le aturdían tanto que inconscientemente soltó la espada sosteniéndose la cabeza y arrodillándose en el pasto verde. Sus ojos se apretaban con muchísima fuerza, formándose miles de pliegues en sus párpados prácticamente blancos.
Las voces le gritaban; sos una inútil. Estás gorda. Deberías dejar de comer. Matate de una vez. Él nunca te va a querer. Nunca te va a ver como vos lo ves a él. Sos una basura. Tu familia se separó por tu culpa. No tendrías que haber nacido nunca.
Esto se repetía mil veces, cada vez más fuerte. No lo soportó más y gritó tan fuerte como nunca antes lo había hecho. Sólo quería dejar de escuchar todo eso.
Y despertó.

Miró la hora y el reloj de su celular marcaba las 5:56. Faltaban 4 minutos para que tuviera que levantarse así que decidió abrir Facebook y mirar el inicio hasta que sonara la alarma. Recordó que tenía una solicitud de amistad pendiente de un tal Alec no sé cuánto.
Entró a su biografía, revisó algunas de sus fotos y decidió aceptarlo. No vendría mal tener un amigo además de Oli. No sabía cómo reaccionaría luego de decirle que le gustaba y no quería quedarse completamente sola.
La alarma sonó, la apagó, fue al baño, se lavó la cara, se cepilló los dientes, se arregló un poco el pelo y fue a despertar a su hermana.
Mientras Hana se cambiaba Lua hacía el desayuno y le daba la comida y algunos mimos a Luck. Se habían invertido los roles después de que su madre quedó internada.
Ese día Oliver llegó temprano así que se sentó a desayunar con ellas. Luego hicieron todo lo que hacían siempre, acompañar a Hana, ir a taller, bla bla bla.
Durante el recreo de taller Lua le dijo a su amigo que necesitaba hablar con él, y que por favor se fueran a un lugar con menos gente. Se sentaron en el sector de las aulas de teoría del segundo piso. Uno frente al otro. Ella, apoyada contra la pared. Nerviosa. Él, dándole la espalda a las aulas. Tranquilo.
-No sé cómo empezar con esto. 
-Sólo decímelo y ya, no creo que sea tan grave, no entiendo tus nervios. Después de todo sabes que pase lo que pase me vas a tener con vos. No te preocupes.
Una particularidad de Lua era su sinceridad y su poco tacto al decir las cosas. 
-Entonces voy a ir de frente, como siempre lo hice con todo. Voy a ser directa, sin más vueltas… Me gustás.
Durante la conversación nunca lo miró a los ojos, pero al decir eso sí. Su cara se volvió completamente roja. Las pupilas de él se clavaron fijamente en las suyas dilatadas, difíciles de encontrar por el tono tan oscuro de su iris.
Oliver titubeó antes de poder responder claramente a la declaración tan inesperada. 
-Bueno… la verdad es que yo sólo te veo como a una amiga. No te lo tomes a mal. Te quiero infinidades, sos hermosa y tenés una personalidad increíble. Me encantás, pero perdoname. No puedo corresponderte.
Los ojos de Luaxana se quebraron. Tragó saliva y en su cabeza comenzaron a sonar las mismas voces que en su sueño. Esto era demasiado. Sentía que no podía más.
Sonó el timbre y ahogando su llanto se levantó. Sonrió, lo miró y le dijo que no importaba. Él se puso de pie a su lado y volvieron a entrar a clases.
Durante el resto de la mañana, Lua sintió a Oli un poco distraído y distante. Un poco más frío. Supuso que se había quedado así por lo que ella le había dicho. Sintió un nudo en la garganta presionando hacia abajo y un dolor insoportable en el estómago. Le iban a explotar los lagrimales. Le iba a explotar el pecho. Pidió permiso para ir al baño y al llegar, lo único que se le ocurrió para sentirse mejor fue vomitar.
Dos falanges cubiertas de piel presionaban contra su lengua y le rozaban la campanilla. Las arcadas eran sinónimo de libertad y a la vez de tranquilidad. Opacaban las voces estruendosas de su mente, y eso la hacía sentir bien. El líquido expulsado por su boca llevaba consigo toda la angustia que le había generado la respuesta del chico que tenía el iris como un océano.
Salió dejando detrás de sí una gran carga, se enjuagó la boca con un poco de agua. Su cabello no se había manchado porque para taller siempre debía tenerlo bien atado. Se lavó las manos. La garganta le dolía horrores. Tenía los ojos rojos e hinchados. Respiró hondo, levantó la cabeza, sonrió y volvió al aula repitiéndose a sí misma por dentro que era fuerte.

CAPÍTULO 5


Ese día volvió sola a su casa. No se sentía muy bien por lo que le había dicho a Oliver que prefería volver sola así tenía tiempo para pensar.
Cuando abrió la puerta encontró comida sobre la mesa, y eso sólo podía significar una cosa: había vuelto su madre. Corrió a la cocina y la encontró, parada de espaldas a la puerta guardando algunas cosas en la alacena. La abrazó y Luck saltaba de alegría mientras Hana observaba sonriente apoyada en el marco de la puerta.
Tuvieron una cena los cuatro juntos y luego se sentaron en el sillón a ver una película. Al finalizar todos se fueron a dormir.
Lua volvió a tener ese sueño extraño en el que se despertaba con la espada a su lado. Esta vez también estaba en el descampado, pero frente a ella había una silueta enorme que se le abalanzaba gritando “Mía”. Reaccionó rápidamente y le clavó la espada en el vientre. La silueta puso su mano en el hombro de la chica y ésta sintió un ardor horrible. Parecía real, y despertó. Se volvió a dormir, volvió a soñar lo mismo, se despertó, se durmió y así hasta que sonó la alarma.
Se levantó con unas ojeras enormes, como si no hubiera dormido, o como si hubiera llorado toda la noche. Mientras se cambiaba la ropa sintió dolor en el hombro izquierdo y al mirarse al espejo descubrió tres arañazos bastante grandes. Pensó que seguramente se los había hecho mientras dormía y lo dejó pasar.
Al entrar al living observó a Oli sentado en la mesa y se sentó a su lado. 
-Hola
-Hola, ¿Cómo estás? Me preocupó que quisieras irte sola. 
-Ah, estoy bien. Perdón, es que… no sé qué me pasaba.
Desayunaron y siguieron con la misma rutina de siempre. En taller terminaron de pulir el filo, ya podía llevársela a casa. En teoría tuvieron examen de matemática. A ambos les fue bien. Al volver a la casa de Luaxana, Jane lo invitó a quedarse a comer, él accedió contento.
Lua comía cada vez menos, pero nadie lo notaba. Después de cada comida se encerraba en el baño, pero a todos les parecía normal. La delgadez poco a poco se apoderaba de ella. Era una obsesión, una meta, un sueño. Las clavículas marcadas, los pómulos y las costillas. Un hueco entre las piernas. Nadie notaba los cambios.

CAPÍTULO 6


Pasaron los días hasta que por fin llegó el sábado. Cada fin de semana Oliver se quedaba a dormir en la casa de Lua o Lua en la de Oliver. Esta vez, tocaba quedarse en lo de él.
Todo iba bien. Fueron a comprar helado, miraron una película y luego jugaron video juegos. Más tarde cenaron, y como siempre, la madre del chico quería que Lua comiera más. Y eso es lo que ella menos quería. 
-¿Segura que no querés más? Estás muy flaca, Lua.
-Sí, sí. Estoy bien. Gracias.
-Lua, mi mamá tiene razón. Comé. Bajaste mucho de peso, ¿Pensás que no me doy cuenta de las cosas?
Se le llenaron los ojos de lágrimas, lo disimuló con un bostezo y volvió a negar la comida.
Hubo un momento de tensión que pasó rápidamente (por suerte). Todos terminaron de comer, y como era costumbre, Luaxana ayudó a la madre de Oli a levantar la mesa y lavar los platos, mientras éste se iba a su habitación a ver alguna serie.
Cuando terminaron, volvió con su amigo y él quiso sacar el tema de por qué no quería comer. Ella lo esquivó hablándole de Alec.
-Mirá, los últimos días estuve hablando con un tal Alec.
-Así que por eso andabas tan distraída, ¿Eh? – Dijo bromeando – Con razón estabas con el celular todo el día. 
-¡Tonto! – Exclamó ella entre risas. 
-Vas a cambiarme por ese tal Alex, él va a ser tu nuevo mejor amigo.
-Es Alec, y no. Yo nunca te cambiaría por nadie. Además lo conozco hace muy pocos días y vive a kilómetros. Me agregó a Facebook y lo acepté, ayer me dio su WhatsApp.
-Ah, ¿Sí?
Oliver agarró el celular de Lua y salió corriendo. Ella fue detrás de él. Lo persiguió por toda la casa hasta que se encerró en el baño, y mientras le gritaba que abriera la puerta escuchó que hablaba y se quedó callada. 
-Escuchame, Luaxana es mi mejor amiga, y si vos tenés intenciones de algo con ella, andá borrándotelas de la cabeza, porque ella es mía, y no pienso compartirla. Nunca. ¿Entendiste?
Lua estaba prácticamente paralizada. Amaba que él fuera así de celoso y que la cuidara tanto.
Por fin, se dignó a abrir la puerta, y con una sonrisa le devolvió el celular. Volvieron a la habitación sin decir nada. Ella estaba tan roja como su pelo, él no. No se avergonzaba de nada.
Se desvelaron leyendo una novela juntos, escuchando música y hablando tonterías. Se fueron a dormir casi al amanecer.
La adolescente estaba feliz. Pensaba que se había librado de tener que hablar sobre ese tema que tanto le afectaba.
Durante esas horas de sueño no se repitió la pesadilla de siempre. Estaba tranquila.

CAPÍTULO 7


Al día siguiente se levantaron a la hora de almorzar. Lua empezaba a sentirse algo agobiada. Se sentía extremadamente juzgada por las miradas. No quería comer delante de nadie. No quería comer. Cada bocado se sentía como un cubo de hielo. Tan frío que quemaba. Con las esquinas tan afiladas que le desgarraban la garganta.
Mientras estaba en el baño cambiándose la ropa y cepillándose los dientes escuchó a Oliver decirle a su madre si podían comer en su habitación y luego la respuesta que accedía.
Agradeció a todos los dioses existentes. Pensó que sería una buena idea. No sabía lo que le esperaba.
Volvió a la habitación y vio a su amigo sentado en el piso con los dos platos de comida. Se sentó frente a él y lo miró. Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, Oliver le cortó la respiración.
-¿Por qué no querés comer? ¿Por qué bajaste tan rápido de peso? ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan distraída?
A ambos se le llenaron los ojos de lágrimas. Lua estaba muda.
-Contestame, por favor.
-Yo… no sé.
-Sólo quiero que me digas qué te pasa. Soy tu mejor amigo, no deberías ocultarme nada. Quiero que estés bien. Quiero poder ayudarte. ¿Por qué no me dejás hacerlo?
-No es fácil hablar sobre las cosas que duelen.
-Eso ya lo sé. Anoche mientras dormías se te descubrió el hombro y vi que tenías unas marcas. ¿Qué son?
-Nada, me las hice mientras dormía. Últimamente estoy teniendo pesadillas muy extrañas que se repiten todo el tiempo, en la última había una silueta que me gritaba y yo la maté con la espada que hicimos en taller. Al caer puso su mano sobre mi hombro y me desperté por el dolor que sentía. Después me di cuenta que me había arañado.
-¿Qué te gritaba?
-Mía.
-¿Mía? Ese es el apodo que le ponen a… Lua, ¿Vos estuviste vomitando por voluntad?
Lua se quedó mirando hacia abajo sin decir nada. Las lágrimas recorrían muy rápidamente su mejilla hasta caer al suelo. ¿Cómo se había dado cuenta?
Oliver le secó las lágrimas y la obligó a mirarlo a los ojos.
-Nena, vos sabes que yo voy a estar con vos siempre. Me gustaría que me contaras todo. Sé que no es fácil, y ya no llores. Te amo y no quiero verte mal. Juntos vamos a poder superar esto. No tengas miedo, no le voy a decir a nadie. Tampoco voy a obligarte a que me lo digas todo ahora, pero cuando te sientas preparada me llamás y voy a verte, ¿Está bien?
Asintió con la cabeza y se abrazaron.
-Ahora no voy a obligarte a que te comas todo. Pero aunque sea la mitad, y no quiero que la vomites. Sé que no es fácil. Pero intentalo. Hacé un esfuerzo, por mí.
-Lo voy a intentar.
Sonrieron. Lua trataba de no demostrar tanto lo destrozada que había quedado después de esa conversación. El nudo en la garganta no se iba a ir fácilmente. Quería vomitar. Se había vuelto una costumbre. Su estómago era un infierno, y necesitaba eliminar a sus demonios.
Miró la comida fijamente por cinco minutos, hasta que se decidió a probar un bocado. Generalmente no le costaba tanto pero estaba tan mal por lo anterior que las voces de su cerebro volvían a atacar.
Trató de llegar a comer la mitad, de verdad lo intentó. Pero antes de alcanzar esa meta, quebró en llanto. No quería comer. Ya no quería más.
Oliver trató de contenerla. Ella se levantó, se secó las lágrimas y fue al baño. Agarró lo primero con filo que encontró, se levantó la manga izquierda, se sacó la bandana que siempre llevaba puesta y empezó a desahogarse.
Había encontrado otra forma para liberarse, ya que Oli no quería que vomitara (aunque eso era inevitable y tarde o temprano lo haría).
Todo fue inconsciente. No lo pensó. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo soltó la tijera dejándola caer al suelo y se observó el brazo cubierto de un hermoso color rojo.
Pensó “¿Qué estoy haciendo?” mientras las voces le gritaban que siguiera. Se armó de valor para luchar contra ellas, levantó la tijera, la limpió y la volvió a guardar. Se limpió el brazo y la mano derecha con un poco de agua y se volvió a colocar la bandana ocultando el desastre. Pasó un papel por las gotitas que habían caído al suelo y lo tiró, tapándolo con más papel para que nadie lo viera. Se lavó la cara, se bajó la manga y salió. Como si nada.
Volvió a la habitación, y Oliver seguía en la misma posición que cuando se fue. 
-¿Estás bien?
-Sí, estoy bien. – Dijo sonriendo.
-No vomitaste, ¿Verdad?
-No.
-Ok.

CAPÍTULO 8


El domingo a la tarde volvió a su casa cansada. Con la esperanza de poder descansar tranquila esta vez.
Su madre le preguntó si quería sentarse a cenar con ella y su hermana. Como era de esperarse, respondió que no. Que había comido mucho y que estaba llena. Que sólo comería una manzana y se iría a dormir.
Y así fue.

Al día siguiente se despertó con más arañazos, pero esta vez en el estómago.
Había soñado lo mismo, otra vez. Pero ahora las siluetas eran dos. Una le gritaba “Mía” y la otra “Cat”.
Seguía sin entender la razón, si es que existía.
Decidió ser indiferente.
Continuó la rutina.
Después del desayuno fue directo al baño con la esperanza de que todo lo que ingerido para complacer a su madre no llegara a tocar sus jugos gástricos.
Acompañó a Hana al colegio y volvió a su casa, ya que sus clases de taller habían terminado.
Estaba muy cansada y se volvió a dormir. 

-Estúpidas siluetas, ya váyanse. – les gritó agarrando la espada.
Aturdida por los gritos tan agudos y las voces de su cabeza se desplomó, pero no llegó a tocar el suelo.
Sintió unos brazos rodeando su cintura y con una visión muy poco nítida vio un rostro que le parecía extremadamente familiar.
-No voy a dejar que te derrumbes ahora, cariño.
-¿Qué?
-Voy a explicártelo una sola vez, así que prestá atención. – Dijo mientras la cargaba en brazos y empezaba a caminar dándole la espalda a las siluetas que poco a poco se desvanecían. 
-Está bien. – Lua se frotó los ojos.
-Estás en Nocturne. Supongo que te habrás dado cuenta de que éste no es tu mundo. Claramente estarás confundida. Cada vez que te dormís tu mente te transporta hacia acá, porque sos especial. Viniste a salvar a todos los habitantes de éste mundo. Habrás notado que todos son grises, es porque los monstruos que viste les robaron la esperanza. También habrás notado que todo brilla, excepto ellos. El brillo representa la fuerza de voluntad. 
-Claro, ahora entiendo por qué mi espada brilla cuando la toco. Pero, ¿vos como sabés todo eso?
-No preguntes. Sólo escucha. Se avecina algo fuerte. Andá preparándote. 
-Si sabés tanto, entonces ¿me podrías explicar lo de las siluetas?
-¿Siluetas? Ah… sí. Los monstruos. Se llaman Metum. Su nombre viene del latín. Significa “miedo”. Representan tus miedos. 
-¿Por qué me gritan cosas que no entiendo?
-Sí las entendes. Las conocés perfectamente. Sólo que en términos distintos. – Mueve la cabeza lentamente como asintiendo aunque no entiende lo que quiere decir y él retoma la palabra. – Ah, olvidé presentarme. Discúlpame. Soy…

El timbre suena y Lua se levanta de la cama de un salto. Corre a abrir la puerta. Es Oliver. Era de esperarse. 
-¿Qué hacés acá tan temprano?
-¿Temprano? Lua, son las 12.
-¡¿QUÉ?!
Oli ríe. Se ve tan lindo cuando lo hace. Su cara se ilumina y se le achinan los ojos. Luaxana se pierde en sus pensamientos y él la despierta aplaudiendo muy cerca de su rostro. 
-¿Hola? Tierra llamando a Lua. 
-Perdón. Me quedé pensando en…
-¿En…? – Interrumpe. 
-En nada, no importa. – Sonríe y él le devuelve la sonrisa. Debería dejar de hacerlo. La pone nerviosa. – Voy a cambiarme y a buscar mis cosas. Pasá si querés.
-No es necesario que lo digas, ésta es como mi casa. – Entra y se sienta en la cocina.
Lua va a su habitación y se arregla rápidamente. Agarra sus cosas y baja hacia donde está su amigo. Al pararse en la puerta para decirle que se vayan divisa en la mesa un café tan negro como el de sus ojos. 
-No vamos a irnos sin que antes comas algo. 
-No tengo ganas de comer. 
-Sólo eso. No voy a hacerte comer nada más en todo el día si no querés. 
-Está bien.
Se sienta en la mesa de frente a él y agarra el café con ambas manos. El calor que irradia la taza le hace sudar las palmas, pero no las despega de ella. Toma un sorbo y hace un mohín. 
-Cuidado, todavía está caliente. Tonta.
-Me di cuenta, gracias. – Dice en tono agrio.
Sopla un poco y continúa dándole sorbos hasta que se lo acaba. 
-¿Ya nos podemos ir? Es tarde. 
-Está bien, vamos. 
-Si nos ponen ausente en clase va a ser tu culpa. 
-No te preocupes. – le da un beso en la mejilla y le hace una reverencia extraña queriendo decir que lo siga. Ella asiente y se van.
Sólo por ese beso el ausente va a valer la pena.
Cualquier cosa valdría la pena por ese beso.
Al entrar al aula la profesora les llamó la atención por haber llegado tarde, pero no hicieron caso. Ocuparon sus asientos de siempre y el día continuó con la monotonía habitual.
En el recreo escucharon que las arpías del fondo cuchicheaban sobre ellos, aunque les daba igual trataron de descubrir qué decían, por pura diversión. Luego de un rato se dieron cuenta de las estupideces que decían y se echaron a reír.
Oliver abrazó a Lua por la cintura para que las otras se pusieran celosas, y fue bastante efectivo.
Últimamente anda muy cariñoso con ella y resulta extraño. Todo ese amor excesivo comenzó cuando ella empezó a bajar de peso. Quizás su mente tiene razón. Quizás cuanto más delgada, más posibilidades de que se enamorara de ella. Debía seguir bajando de peso, debía exponer al doble sus huesos. La cercanía de los huesos de él con los de ella podría volverlos uno y así él la amaría como a sí mismo.

CAPÍTULO 9


Un nudo de cuerda negra se apodera de su garganta, mientras parpadea rápidamente para evitar que las lágrimas caigan frente a las mejillas sonrosadas de su madre, quien la espera en la mesa con un desayuno demasiado completo para su gusto y una sonrisa incandescente.
Hana ya se había ido y Jane no trabajaba hasta el mediodía. Lua tendría que pasar con ella toda la mañana, y eso le parecía un infierno, porque pasar tiempo con ella, era pasar tiempo con comida.
Se sentó a su lado y le dio un cálido beso en la mejilla.
-No tengo muchas ganas de comer hoy, mamá.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
-Anoche me estuvo doliendo mucho el estómago y hoy también. Estuve con náuseas. Creo que solo voy a tomar un té, pero gracias.
-¿Querés que vayamos al médico? Llamo a Oliver para decirle que no pase hoy a buscarte.
-No, no. Está bien, sí voy a ir al colegio.
Al terminar de desayunar la ayudó a limpiar un poco y luego le dijo que tenía mucha tarea y que iría a hacerla a su cuarto.
Cerró la puerta con llave, se miró al espejo de cuerpo completo que tenía colgado detrás de ésta y no pudo evitar llorar. Todo en ella estaba mal.
Se sentía sola y pensó; “Quizás estaría mejor muerta. Quizás así podría lograr callar las voces de mi cabeza.”
No lo pensó dos veces y buscó en su mochila el cúter que utilizaba para cortar las hojas en dibujo. Se desató la bandana desesperadamente y comenzó a cortar en vertical, con toda la ira existente. Con todo el odio que sentía hacia ella misma.
Su habitación tenía acceso directo al baño del segundo piso y recordó unas pastillas que tenía su madre. Fue dejando un rastro de sangre en el camino hasta allí, rebuscó por todos lados el frasco de pastillas. Al encontrarlo se metió a la boca todas las que pudo y se las tragó forzosamente con un trago largo de agua de la canilla.
Pocos segundos después empezó a sentirse mareada y cayó al suelo.
-Otra vez, ¿por qué?
Ahora los Metum eran muchísimo más grandes, pero Lua no estaba sola.
A su izquierda estaba Alec, y a la derecha estaba Oliver.
-No te preocupes, hermosa. Esta vez vamos a estar nosotros para ayudarte.
-Vas a poder superar esto, te dije que iba a estar siempre que me necesites y ahora vamos a derribar estas mierdas, como derribamos siempre todo, juntos.
En el suelo había tres espadas. Lua tomó la suya, y los otros dos empuñaron las demás.
La de ella ya casi no brillaba nada. Las otras eran un sol.
Se pararon prepotentes y decididos frente a los monstruos de las sombras, que se defendían con muchísima fuerza.
Pudieron cortar a uno, pero se dieron cuenta de que cuando los dividían se formaban más. ¿Cómo podrían matarlos si se multiplicaban?
La piel de Luaxana estaba más blanca de lo normal y sus ojos se notaban cansados. El arma le pesaba demasiado y a duras penas podía moverla, pero aun así intentaba luchar. 
-¡No van a ganar esta vez! – les gritó.
Oli se detuvo a escuchar lo que gritaban las siluetas, tomó a Lua fuertemente por el brazo y la obligó a seguirlo lejos de allí.
Pocos metros más lejos la detuvo.

-¿Vos te diste cuenta de lo que te están diciendo? 
-¿Los Metum? Sí, pero no entiendo. 
-“Mía” viene de “bulimia”, y “Cat” es por “cut” que en inglés significa cortar.
-¿Qué?
-Cuando los cortamos sólo se multiplican. Quizás haya que derribarlos con otra cosa.
-¿Otra cosa como qué?
-No sé, quizás…
Uno de los monstruos estaba parado detrás de ella y la tomó por los hombros. Poco a poco empezó a consumirla la oscuridad.  

CAPÍTULO 10


Oliver empezó a gritarle a Alec que se acercara. No podría solo contra él.
Alec se posó a su lado y ambos corrieron hacia el Metum. Le cortaron la cabeza pero le volvió a crecer. 
-¡Lua! Escuchame, tenés que ser fuerte. Resistí, vamos a poder con esto. – gritó Oliver con los ojos aguados.
La espada de Lua ya no brillaba en absoluto y estaba rodeada completamente de oscuridad.
-Lua, por favor. – dijo Oli entre sollozos.
Había llegado a buscarla y su madre le dijo que subiera a llamarla porque estaba en su habitación haciendo tarea. Cuando quiso abrir la puerta, ésta estaba con llave. Recordó que tenía acceso al baño y cuando entró la vio recostada en el suelo, con un frasco de pastillas en la mano, embarrado en sangre.
La levantó como pudo y trató de hacerla vomitar posándole las yemas de los dedos sobre la lengua, lo más atrás posible. 
-Por favor, amor. No te rindas ahora, ahora no. Si despertás prometo no dejarte sola nunca más. 
Lua empezó a tener arcadas y finalmente de su boca salió un líquido amarillento. Oliver sonrió ampliamente, la abrazó fuerte, ella lo miró con ojitos tristes y le susurró un dulcemente al oído:

-Te amo.
-Yo muchísimo más. No quiero perderte. Por favor no vuelvas a hacer esto.

Su madre subió y empezó a llorar. Llamaron a la ambulancia y la llevaron al hospital. Le agradeció mil veces a Oliver por haber salvado a su hija.
Lua estuvo internada por un tiempo y luego en rehabilitación por desórdenes alimenticios.
Pasaron meses hasta que pudo salir de ahí. Oli le pidió que fuera su novia, finalmente, y donde ella decía que sobraban kilos, él aseguró que faltaban besos.

¿Fin?